Pastores de cabras. Atrio.org LXI
Para los del tocomocho de Atrio.org, satélites, adláteres y demás faramalla sectaria, cualquier cosa vale con tal de que se le pueda colgar el cartelito de “liberador”. Es bien sencillo: tienes un asesino en serie que está a buen recaudo, se le deja en libertad y eso es liberador, qué duda cabe. A mi no me extraña porque algunos están mucho más cerca de la delincuencia, la barbarie y el panfletismo que de la verdad, la civilización y el evangelio. Los conozco desde dentro.
Y si una mindungui se dedica a eliminar y enterrar a las criaturas que engendra, en plan mala madre, pues eso también es liberador para los teólogos ateos, cristianos de boina calada y demás soplagaitas sin fronteras de variopintos pelajes.
Si a un grupo de curitas picados por la moscarda del nacionalismo de chapela se les ocurre que liberador es quien esté infectado del mismo mal del infantilismo culpable que ellos padecen, pues se cargan de razón y se dedican a protestar porque en el norte el sustituto de un botarate no sea “liberador”.
Y además preconizan que hay dos Iglesias. Eso jalean hoy también desde Atrio.org. Es su sueño lúcido más deseado. No porque les importe una higa la verdad, Jesús ni nada que se le parezca sino para favorecer estrategias de quienes quieren acabar con la Iglesia. Si pudieran llevarse a alguien con ellos; si tuvieran algún poder de convocatoria; si defendieran alguna propuesta respetable y decente y no puras estrategias de agitación y propaganda anticatólica, lo harían sin contemplaciones. Que a nadie le quepa duda. Están allí donde más daño pueden hacer y lo demás son cuentos chinos. Sí, hasta en el infierno debe de haber algún despistado de buena fe, empedrado como está de buenas intenciones. Pero el meollo es el meollo.
Según el análisis sesudo de estos papanatas de la religión, los jóvenes abandonarían las iglesias porque lo que había que hacer es darles mucha guitarra eléctrica, mucho tam tam, gori, gori y muchos saltos, besitos en las mejillas y alianza de civilizaciones. Desdeñaron el gregoriano porque los tiempos pedían modernidad; también les molestaba el latín por poco claro y pidieron aligerar los rituales, vestimentas y las figuras de los santos. También estorbaban oraciones como el rosario por repetitivas y aburridas.
Resultado: los jóvenes se fueron tras los rituales exóticos de oriente, quedaron fascinados por sus músicas que rozaban el alma y eran capaces de repetir hasta la extenuación una sola palabra, un “om” resbalando de chacra en chacra, que no es sino primo hermano de nuestro “amén”.
Son unos figuras. Confunden aposta la velocidad con el tocino y son capaces de llamar evangélica una salvajada como el aborto. No tienen más. Son como un vulgar mecano que una vez desmontado no contiene nada de valor.
Todos estos han equivocado la vocación de pastores de almas: lo que de verdad les iría como anillo al dedo es ser pastores de cabras. Y que me perdonen las cabras.
Miguel González