De cuentacuentos y blasfemos. Atrio XVIII
Además de los insultos proferidos por el energúmeno teólogo ateo (ya son ganas de atentar contra el oxímoron) también desde Atrio.org me acusaron de enfermo mental. Normal tratándose de un foro progre frecuentado por cuatro ancianitos adolescentes, un blasfemo teólogo ateo y cuatro feministas radicales. Por cierto, los totalitarismos también tachan de enfermos a quienes pretenden descalificar. No es por casualidad. En aquel entonces el moderador se vio forzado a llamar la atención a los energúmenos que así proferían los indecentes insultos contra la libre opinión en un foro de debate, ¿qué entenderán por libertad de expresión estas criaturitas? Pero fue, antes que nada, que aquello cantaba demasiado y se vería perjudicada la imagen del foro. Como no podía ser de otra manera. Al agradecerle yo que saliera en defensa de quien había sido agredido de forma salvaje, el moderador se violentó porque una cosa es pretender salvar su cara y otra defender a un inocente de otra cuerda: ¡hasta ahí podíamos llegar! Hacer el paripé, pase, pero quedar mal ante los amigos agresores, ni flores.
Es el modus operandi de un foro que no respeta las opiniones ajenas si no coinciden con las oficiales del chiringuito consistentes en desprestigiar obispos, mantear arzobispos, ridiculizar papas y así todo parejo, porque está concebido como plataforma para otros fines bien diferentes de los que dice profesar; donde quien critica a la jerarquía de la Iglesia es bien recibido (hermanos de leche) y quien llama a las cosas por su nombre es insultado, vejado, de forma inmisericorde sin que los ancianitos adolescentes recita-versículos de la Biblia (siempre los mismos versos y siempre descontextualizados) pierdan la compostura.
Lo que no saben estos ángeles del infierno es que en los insultos es dónde más se "retrata" el personal. Lo dicen los psicólogos. De tal manera que una gente que se dirige a quien piensa diferente con los apelativos de enfermo mental, filo-nazi, hipócritas y otras lindezas por el estilo, una cosa es segura: la personalidad de los tales no está muy lejos de ser todo eso que ven en el espejo. Efecto bumerán se llama. Un ambiente que no puede más que atufar a cualquier persona con sensibilidad, decencia y dos dedos de frente.
Miguel González