Independencia. Atrio XVII
Era el grito de guerra de un grupo no muy numeroso de jóvenes revoltosos e independentistas hace ya casi treinta años, si mi memoria histórica no me falla, en un pueblo del interior de la Comunidad Valenciana (que algunos, incurriendo en descerebre histórico, llaman "país valencià)". Los cristianos “fetén”, los luchadores pertenecientes al movimiento obrero desde grupos perfectamente incardinados en la Iglesia, cristianos de base, comunidades cristianas populares y demás verborrea para cazar incautos, teníamos que estar atentos al nacimiento de cada nuevo verso que apuntara a la “liberación del pueblo”, en expresión que por entonces nos excitaba y hoy nos sonroja. Nadie como ellos en la lucha.
Y allí estábamos una representación de cristianos obreros que entonces apellidábamos revolucionarios donde hoy se llaman sólo progresistas, observando a aquellos luchadores (hoy pardillos), auspiciados y subvencionados por el independentismo vecino catalán para mayor gloria de su agitación y propaganda. Nosotros creíamos que apoyábamos la instauración del reino de Dios mientras que ellos alimentaban la maquinaria de la extorsión y el chantaje que les ha permitido, no sólo conservar el poder en su territorio durante todos los años de democracia, sino merced a una suerte de complejo ante los nacionalistas periféricos, tener la suficiente fuerza como para chantajear al resto de españoles hasta el punto de mantener en vilo al estado mismo con sus agresiones a la constitución y por ende a todos los españoles, rebajados en los últimos tiempos a la categoría de ciudadanos de segunda.
Eso fuimos. Eso siguen siendo algunos. ¡Vamos ya, todavía!, repiten orgullosos. Lo que falta esclarecer (si bien no hay que estar muy tocado de la facultad de la adivinación para llegar al intríngulis del busilis) es el motivo por el cual a través de una cadena de amiguismos espurios se permanece en el error durante 30 años con la coartada de la pureza del cristianismo primitivo.
Tener la experiencia de los dos frentes del combate procura mucha más perspectiva para enjuiciar los hechos, para extraer conclusiones: ver, juzgar, actuar, en lenguaje militante de entonces. Y concluir (en deducción lógica de hoy): no es oro todo lo que reluce y muchas alternativas no son más que espejismos ad maiorem gloriam satanae. Y dicen que la Iglesia es lenta en sus cambios. ¡Algunos prefieren estar en la vanguardia del error! Prefiero a la Iglesia lenta, lerda, torpe que a estos saltimbanquis que están prestos para dejarse llevar por todos los desvaríos de última hora. Pero no siempre fue así y ahí está la eficaz propaganda progre que no me dejará mentir.
Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Sin complejos: la progresía andante, cristiana o pagana, no es más que humo en tus ojos.
Miguel González