Aborto libre; libre de abortos. Atrio.org XXXIII
Sobre el espinoso asunto del aborto, que es un tema mayor, no menor como creen algunos, hay muchas cosas que decir, una vez repuesto uno del estupor ante tanta desfachatez como esgrimen quienes no son sino cómplices del mayor pisoteo de los derechos humanos perpetrado por quienes se llenan la boca de derechos.
Una primera observación nos pone en la buena pista, ¿cómo es que, siendo como es el aborto un atentado contra la humanidad, algunos desvergonzados han conseguido, merced a una sociedad narcotizada, la complicidad de muchos y la ausencia de escrúpulos, trastocar la realidad de tal modo que la víctima pase a ser verdugo y el verdugo, pobrecita víctima? Un argumentario plagado de falacias indecentes, hábilmente orquestado por lo que se ha dado en llamar “progresía andante”, incluidos en ella a los teólogos sin alma, ateos “contemplativos”, profetas de la desigualdad femenil y demás cuentacuentos que merodean por foros como Atrio.org y el resto de atalayas de parecido jaez, es el vehículo para tamaña barbaridad.
Porque la segunda constatación apunta directamente a la ausencia de argumentos de los proabortistas. ¿Cómo es que los bárbaros que no tienen escrúpulo en eliminar inocentes no se molestan en utilizar ningún argumento que merezca ni el nombre para defender tal salvajada? Ni una excusa aunque lo parezca. Sencillo: no tienen argumentos porque no los hay. Su poder se fundamenta en la ley de la fuerza de los votos. Da igual que la medida sea salvaje; no importa si es asesina; no es obstáculo que anticristiana: hay mayoría suficiente. Perpétrese.
Y la tercera y en la frente: ¿cómo se define un derecho? Lo hace por nosotros un lobby que impone a toda la sociedad una medida arbitraria. Por ejemplo, llamar al aborto derecho de las mujeres es de un tufo que tira de espaldas, pero estos ángeles del infierno lo llama así. ¿Defienden derechos? Sí, de algunos lobbys en contraprestación a los votos recibidos y por recibir.
A estos manejos tan indecentes se dedican los cristianos criticones en sus foros. La mayoría de participantes; unos pocos, los más listillos, además se ocupan de cobrar las subvenciones que sus amigos les procuran.
Miguel González