Caperucita roja o la teoría del oxímoron I
I
A los treinta años, en el mes cuarto, a cinco del mes, los cielos se abrieron. Y la mano de Dios me llevó a la entrada del atrio y miré… Profeta Ezequiel
"Atrio Libre" me encomienda una serie de entregas de mi experiencia reciente por esos foros de Dios. Advierto de que esto da para unas cuantas comedias de enredo.
La expresión "ancianos adolescentes" es un oxímoron. Cuando después de 30 años me reencontré con el pasado, de manera casual, en aquel atrio que se las prometía, sentí viva curiosidad por comprobar si la gente con la que había compartido sueños juveniles seguía repitiendo antiguas simplezas, se alimentaba de parejo buenismo estéril y expelía los tópicos de antaño: en definitiva, si seguían haciéndole el juego a los malos con la añagaza de que los buenos eran más malos que los mismos malos. Y me encontré con más de lo mismo pero con mucha más indisimulada mala leche: cuatro ancianos adolescentes de peor humor. Pude, pues, resumir lo que veía con el oxímoron que encabeza este párrafo, figura retórica, pura contradicción flagrante por la que siento debilidad. Pero lo que nunca esperé es encontrarme con la factoria “Disney” del oxímoron. El oxímoron, cuando es utilizado en el ámbito de la literatura es una delicia. Por ejemplo, leer de Borges, maestro de maestros, aquello de “graciosa torpeza” alegra el día. Fuera del ámbito de la literatura es patético. En atrio.org no paran, todo el día, pimpampum. Que si dulce derrota, que si amarga victoria; zapatero inteligente, teólogo ateo, espiritualidad laica… No se cansan. Por seguir con la figura retórica: parecen los ángeles del infierno.
La figura en sí es reveladora: ancianos repitiendo simplezas de adolescentes; niños llorones, hijos (abuelos) cabreados con papá, con el mundo, con el pasado. Y todos ellos con estos pelos. Millones de años les contemplan y ellos, erre que erre. La historia se disuelve en el cuento de Caperucita (en Manhatan) y el lobo feroz. Todo sería bonito si no fuera un triste y conocido juego: el que le hacen a otros en esa lucha ideológica en la que algunos asumen el triste papel de tontos útiles de una ideología de cuentos, mentira y revanchismo.
Mañana más.
Miguel González