Atrio y barra libre III
Que estos ancianitos adolescentes, ángeles del infierno atrianos se crean el ombligo del mundo, el lugar hacia el que todo debe tender es uno de los sofismas que manejan como parte del argumentarlo, unos con conocimiento de causa y otros no, en la lucha ideológica para barrer del mundo todo resto de religiosidad. Un mundo, por ejemplo, donde los teólogos más cotizados sean los ateos; donde desaparezca de las calles toda manifestación religiosa, opio del pueblo. Y ellos sean los apóstoles laicos de la nueva religiosidad desangelada, sin espíritu que es otra cuadratura del círculo que hacen los apóstoles del hombre nuevo unidimensional.
No tienen empacho en hacer de Jesús un homosexual, un jipi, un feminista radical, un comunista y otras zarandajas debidamente aderezadas con frases de corta y pega tan fáciles de desenmascarar como ellos de volver a manipular. Gustan mucho del pasaje de la samaritana y cómo Jesús, haciendo círculos en el suelo, la perdonó frente a los fariseos que pretendían apedrearla (y añaden como colofón que eso lo hizo porque el sexo es algo entre dos, dicen como quien descubre un secreto) pero silencian el colofón de la cita evangélica, la admonición final de Jesús: vete y no peques más. Esa coletilla ya no les interesa y nunca la citan. Evangelio de corta y pega.
No les preocupa el vendaval de relativismo extremo que vivimos, ni que sus amigos hayan inyectado en la educación toda la mala bilis para erradicar la religiosidad de todo corazón. Eso no les preocupa. Ni les preocupa, sino que están a favor, la canallada del aborto que elimina niños inocentes en el vientre de sus madres. Derechos sexuales y reproductivos de las mujeres llama a esa fechoría un teólogo que ellos llaman progresista (todos ellos se derriten por postularse como progresistas, mimetismo extremo al que se prestan en esta ceremonia de la perversión del lenguaje). Son cómplices y se entregan de hoz y coz a quienes, burla burlando, están por la labor de una sociedad, no laica, no aconfesional sino directamente anticristiana. Pero ellos tan contentos porque el odio y el desprecio a la jerarquía eclesial es más fuerte que la verdad y que Jesús de Nazaret y que cualquier otra cosa.
Rebotados, frustrados, represaliados, apartados, con mala digestión, se dejan llevar por su propios sofismas que hablan de que vale más un buen ateo que un mal cristiano, y que lo que no mata, engorda, interpretación grosera del “lo que no me mata me hace más fuerte” niestzcheano. Así desconfían de los creyentes y se hacen fans de todo bicho viviente, cuanto más ateo mejor, con tal de que escupa e insulte a la jerarquía.
Se desviven por el cambio climático y el re-calentamiento global y por los demás tópicos clásicos de la izquierda. Vivimos en una sociedad mediática y hay que buscarse nichos de mercado. Y ellos, que tontos no son, se ponen delante (para ser vistos) de los nuevos movimientos y alzan la bandera de lo que sea con tal de hacer mucho ruido. Como antes se ponían delante de fenómenos como el pacifismo, no importa que fuera un arma estratégica de la militarizada URSS en su lucha contra occidente. Pelillos a la mar. Lula es su profeta, Chávez su héroe y Castro el enviado; todo personajete bárbaro es su modelo a imitar. Son unos expertos en el marketing mix. Algunos ni saben qué cosa es eso pero lo practican a las mil maravillas. Cuentan con una sociedad adormecida que necesita mitos en los que creer.
Han perdido toda credibilidad, si es que alguna vez la tuvieron. Si bien tampoco les preocupa: lo importante es hacer mucho ruido y mucho daño.
Miguel González