Teología de la liberación, un muñeco roto. Atrio XIII

Publicado en por Miguel González

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Que uno fuera un entusiasta defensor de la teología de la liberación hace ya más de 25 años le da la suficiente perspectiva y la experiencia para entender aquél fenómeno. Algunos hablan mucho de cambio, mientras se quedan varados en la adolescencia con el palo de la ideología trabando la rueda de su crecimiento.

 

Recuerdo la emoción con la que, por aquél entonces,  leía las palabras del obispo Casaldáliga: “no veo otra forma de hacer surgir el hombre nuevo y el Reino que a través del socialismo”, repetía Pedro Casaldáliga, un icono entonces y supongo que lo seguirá siendo aunque la teología de la liberación ha perdido mucho fuelle porque el mundo ya no es lo que era.  Hoy no me emocionan esas palabras. Reconozco que estaba equivocado, que la hipercrítica progre no es garantía de nada y recuerdo muchas veces el dicho de que el infierno está empedrado de buenas intencionesLa teología de la liberación nació en un contexto de lucha ideológica de dos mundos enfrentados y los teólogos de la liberación optaron claramente por el bloque socialista aunque eran conscientes de que servían de peones o jacos de noria del totalitarismo. Tristísimo el papel desempeñado.

 

Otro tanto ocurrió con el florecer del omnipresente movimiento pacifista de mediados del siglo XX que arrastró a muchos jóvenes emocionados y demás "pardillos",  y que en la práctica y junto a otros movimientos y grupos antisistema no cumplía sino la función de punta de lanza (caballo de Troya) del sistema soviético en el corazón de la otra gran potencia, rejón de muerte para acabar con su enemigo. La paradoja es que la URSS que se armaba hasta los dientes patrocinaba el pacifismo en occidente y los cristianos más “cañeros” (ya para qué hablar del resto) nos tragábamos ese sapo con toda la simplonería de la juventud,  tan ensimismados como estábamos con el canto de sirenas que identificada esa lucha con el Reino de Dios. Y así siguen algunos, la verdad es que pocos y octogenarios ya.

 

Pero cuál no ha sido mi sorpresa cuando, con lo que ha llovido, derribado el Muro, desmentida la inexorable ley comunista según la cual el paso de la economía capitalista a la socialista era inevitable, (cuántos árboles talados para repetir en miles de libros esas estupideces) vimos en fila india a todos los países de la órbita soviética pedir el ingreso en el club capitalista. Y lo curioso del asunto es que todos estos curas y teólogos de la galaxia de la teología de la liberación todavía hoy promocionan el fracasado sistema de muerte y terror, el socialismo,  como remedio y fin de todos los males del mundo moderno e insisten en esa misma línea que costó cien millones de muertos y que en vez de alumbrar el hombre nuevo, nos trajo muerte y destrucción. Anteojeras ideológicas. ¿Homo sapiens? Demasiados, no "sapiens". Aunque hoy algunos teólogos de la liberación se han apuntado al batiburrillo del cambio climático que es una buena tea para hacer fuego y así estar en el "candelabro".  Que Hugo Chávez sea uno de los últimos iconos de la teología de la liberación para estos individuos da idea de por dónde van los tiros (nunca mejor dicho).

 

“No veo otra forma de hacer surgir el hombre nuevo que el socialismo: socialismo, socialismo y socialismo”, tripleteaba enardecido el obispo poeta. Un acertado diagnóstico no garantiza un buen tratamiento. Y si el diagnóstico tiene como único ingrediente una crítica exacerbada, entonces, apaga y vámonos.

 

 

Para ser alternativa y desear otra Iglesia posible, como rezan los eslóganes de grupos residuales como atrieros y compañía no hay que hacerle el juego a ninguna ideología y menos a ideologías de muerte y de poder. Una cosa es luchar por la justicia y otra ajusticiar a Jesús de Nazaret con ideologías espurias. ¿O es que el evangelio en ciertas cabezas no es más que un pretexto para otros fines inconfesables?

 

Miguel González

 

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M
<br /> <br /> Así es, Santiago.<br /> <br /> <br /> Hoy están excitados porque uno de estos revoltosillos ha vuelto al redil, es decir, a la crítica despiadada contra la organización, contra la jerarquía. Un poco de humildad no les vendría mal.<br /> <br /> <br /> Están fuera de tiesto.<br /> <br /> <br />  <br /> <br /> <br /> <br />
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S
<br /> <br /> ¡Cuánto me identifico! ¡Qué simples fuimos! ¡Qué simples siguen siendo algunos!<br /> <br /> <br /> <br />
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M
<br /> <br /> Me gusta lo que dice. En un mundo extraviado alguien tiene que llamar al pan, pan. Muchas barbaridades se encubren con buenas palabras y aparentes buenas intenciones.<br /> <br /> <br /> <br />
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