Santiago y los fantasmas del camino. Atrio.org LII
Desde que la fantasmagoría progre se dedicó a desenmarañar los entresijos de las tradiciones, y costumbres hasta hoy hemos recorrido, río arriba, un buen trecho bastante alentador: ya estamos en el pleno desempleo y rondamos el pleno analfabetismo. Los valores estorbaban y fueron vaciados poco a poco. De España hablo. Generaciones enteras malogradas. Es lo que tiene remar en la misma dirección que sus primos de zumosol, políticos de la misma ralea que se dieron a roturar un terreno propicio para medrar sin tener que padecer sudor en su frente.
Destrozar tradiciones, disecar costumbres y zancajear sobre anécdotas es la ocupación favorita de estos progres de nombradía pacotillera (tres tristes progres; no son más) que han perdido el norte supuesto que alguna vez hubieran sido capaces de reconocerlo.
Aprovechan cualquier efemérides para seguir con sus prácticas carroñeras y mala bilis. Estos días se entretienen con Santiago, Apóstol de España, del que se ríen y al que despedazan para que resplandezca la verdad: la de ellos, la de la especie del homo cavernario, más conocida como soplagaitas sin fronteras. Desde que descubrieron que no es la verdad la que hace libres sino que la mentira es revolucionaria y beneficiosa para sus fines, a ello se aplican con toda la mala baba de que son capaces.
¿Dará igual que Jesús naciera un 25 de diciembre que un 4 de marzo? Pues para los efectos, da exactamente igual, pero estos angelitos del infierno ponen toda la carne en el asador para demostrar que con tamaña aberración se desmantela todo el tinglado de la ICAR (se refieren a la Iglesia pero ellos prefieren denominarla de este modo más “creativo”. Repiten el mantra progre sin descanso para ahuyentar a la bicha que los va a enterrar a todos ellos).
El camino de Santiago es una escuela de vida que la mayoría de quienes lo han recorrido no olvidará jamás. Escuela de valores, de esfuerzo, de lucha, de búsqueda, amistad, solidaridad, compañerismo… Pero todo camino que se precie tiene sus fantasmas y el de Santiago no iba a ser una excepción. Los fantasmas que, recorriendo media Europa arriban al campo de estrellas son todos esos ectoplasmas, muertos vivientes y demás habitantes del infierno, que desprecian las tradiciones porque prefieren sustituirlas por frías consignas para bobos que beneficien a primos y demás familia.
¿Fantasmas sin fronteras?
Miguel González